Ven a mí desde Creta; ven al sacro
recinto donde un grato bosquecillo
de manzanos se eleva y en las aras
arde el incienso.
Canta aquí el agua fresca por las ramas
del manzanar; sombrean los rosales
el lugar todo y, al temblar las hojas,
sopor difunden.
Aquí florecen lirios en el prado
que apacienta corceles; los eneldos
exhalan (en la noche deleitable)
su hálido dulce.
Cíñete aquí las ínfulas, ¡oh, Cipris!,
y en las doradas copas tiernamente,
mezclado con delicias, el divino
néctas escancia.
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